Relato de María Ríos en colaboración con Buena Ficción.
Se llamaba Olivia por sus ojos color aceituna, tan redondos y traslúcidos que recordaban a un par de brillantes canicas. De semblante serio, Olivia vivía en una casona de recias columnas y extensos jardines floridos. En ocasiones, cuando paseaba por los alrededores y miraba hacia la finca, podía distinguir su figura en una de las ventanas del piso inferior del edificio como una sombra extraña.